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Viaje a Itaca

De profesión, maestra rural

Ana Pedrós es profesora de Educación Física. Trabaja en Mesones de Isuela, un pueblo de doscientos habitantes a 75 Km. de Zaragoza. El colegio forma parte de un Centro Rural Agrupado (CRA). Esto es, una serie de colegios con pocos alumnos y profesores, y a veces un solo profesor con el que comparten dirección. Cada mañana se levanta antes que el sol y se sube al coche con otras dos compañeras. Conducen una semana cada una: lo llaman "la rueda". El ministerio no les frece ningún plus de desplazamiento (es más, deben pedir un permiso para residir en Zaragoza), y la gasolina corre de sus bolsillos.

Ana es la tutora de 7 alumnos de diferentes cursos y edades. Todos oscilan entre los 9 y los 12 años. En las clases de Educación Física ponen también a su cuidado a los alumnos de segundo curso. Con ella trabaja otra joven profesora que se ocupa de los más pequeños. Las asignaturas como Religión o Ingles las imparte un profesor itinerante.

Las chicas son las únicas responsables en el centro. Si hay problemas, llaman al colegio de El Frasno, donde está el director del CRA. En la zona no hay cobertura, por lo que dependen únicamente del teléfono fijo del colegio.

Los miércoles por la tarde, los profesores que trabajan en el Centro Rural se desplazan hasta El Frasno. Allí se reúnen con el director y el jefe de estudios para poner en común los progresos de los alumnos y denunciar los problemas que puedan tener. El Ministerio, señala, sí que subvenciona estos trayectos

Malas instalaciones

Según la profesora, "las instalaciones son malas". El colegio, afirma, es demasiado grande para los alumnos que hay. Años atrás, por sus pasillos desfilaban decenas de chiquillos, hoy sólo acoge a catorce. Sin embargo, los espacios para las clases de Educación Física no se encuentran en el recinto escolar. El recreo es demasiado pequeño, y para jugar a baloncesto deben correr durante diez minutos hasta llegar a las pistas del pueblo. "El campo de fútbol -señala- es un terreno lleno de piedras. Si pasan la ovejas, hay que apartarse". El pabellón donde realizan las flexiones y las pruebas de resistencia es al mismo tiempo el centro social del pueblo.

Dentro del edificio las condiciones no son mucho mejor. Las profesoras se encargan de abrir y cerrar la calefacción, por lo que hasta media mañana las aulas no se caldean. Si bien una mujer limpia el colegio por las mañanas, "a veces también toca limpiar", dice resignada la docente.

Los escolares tienen jornada partida, con una hora para comer a mediodía. Ana y su compañera compraron a principio de curso un microondas y una plancha, y cocinan y comen en una de las aulas. Friega la vajilla en la pila del lavabo. "¡Y con agua fría!", puntualiza.

"Las condiciones -termina- no son normales. Hasta que no vas allí no te lo imaginas".

Buenos alumnos

Según la profesora, el nivel de los alumnos no es bajo. "Aunque -puntualiza- es difícil de comparar con el resto". Los contenidos son similares a los de cualquier colegio, pero se imparten de forma diferente. La preparación de actividades le ocupa la mayor parte del tiempo. "En Zaragoza tendría que preocuparme sólo mi asignatura, aquí tengo que elaborar actividades y contenidos para cuatro niveles cursos diferentes".

Si bien hay algunas actividades colectivas, como dictado o lectura, Ana reparte las mayor parte de las actividades entre los chicos y luego hace la ronda. "La atención es muy personalizada, eso es muy positivo". Los alumnos, cosa impensable en una escuela urbana, están tranquilos mientras la profesora se ocupa de sus compañeros. "Aquí aprenden a esperar", afirma.

"Los niños de los pueblos -sentencia- son diferentes a los de la ciudad". Ana está muy orgullosa de "sus niños". La escuela no conoce el "bullying", ni las envidias. "Nadie se ríe -afirma- de los que fallan".

Cuenta también que en el recreo participan todos juntos en juegos impensables en la ciudad. Los chicos de 12 años se llevan su maletín, comenta riéndose, y ponen los hacen rulos a las niñas más pequeñas."En Zaragoza jugarían a fútbol", termina.

La relación profesor-alumno, según Ana, es más que excelente. "Acabas conociéndolos a todos mejor que ellos mismos". Con los familiares también disfruta de una afinidad. "Más con las madres", puntualiza. La mayoría de los padres trabajan en el campo y no vienen a recoger a sus hijos. "Hace poco fue el cumpleaños de una niña -relata- y la madre nos invitó a mi compañera y a mí a comer. Los chicos nos esperaron en la  puerta muertos de risa".

Diez años para trabajar en Zaragoza

A los colegios se llega por oposición. El profesor realiza la prueba, si tiene suerte saca una plaza y entra en una lista. Lógicamente, los puestos más solicitados son los de los núcleos urbanos, así que muchos "primerizos" (que comienzan con cero  puntos) se ven obligados a trabajar en pueblos durante años.

Cada dos años, acumulan puntos que los van acercando a su destino. Si permanecen más tiempo del requerido en un colegio, la cantidad de puntos otorgados se duplica.

Con la situación actual, un profesor recién ingresado en el cuerpo debe esperar diez años para trabajar en la ciudad en que reside.

2 comentarios

ana -

Qué gracia! eso es, así es la escuela rural...más o menos, jeje. Está bastante bien, algunas inventadas??? pero mu bien!
Este finde me voy a Alcañiz, ya nos veremos entre semana si hay quedada.
Ánimo con el masterazo!!!!

Néstor -

Raúl tio, metes unos rollos que no son ni medio normales. Pero bueno te lo digo con cariño. Y el de la foto de la sombra soy yo tio, no reconoces mi sombra???? Lo de los videos de you tube ya te lo explicare que por aqui es complicado.