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Viaje a Itaca

¿Debemos creerle?

Estos días, el gobierno de Estados Unidos ha hecho públicas unas declaraciones de Jalid Sheij Mohamed, supuesto cerebro de los atentados del  11 de septiembre de 2001 en Nueva York. El paquistaní fue detenido en marzo de 2003 y desde entonces está encerrado en el campo de concentración de Guantánamo.

 

Allí fue donde el Pentágono interrogó, se supone que por enésima vez, a Jalid Sheij Mohamed. El objeto del interrogatorio no era tanto conocer la verdad sobre los atentados como determinar su status de "combatiente enemigo". De resultar probado, el paquistaní seguiría encerrado en Guantánamo a la espera de un juicio ante un tribunal militar. Eso sí, ahora su encierro estaría "legitimado".

La declaración de Jalid Sheij Mohamed, como la de muchos otros, es a puerta cerrada y carece de cualquier garantía judicial. El Pentágono decide qué parte de las transcripciones comunicar al exterior y qué parte no. Así, en Europa hemos podido leer cosas como estas:

"Yo decapité con mi sagrada mano derecha la cabeza del judío norteamericano Daniel Pearl".

 "(fui) el director de operaciones de Osama Bin Laden para organizar, planear y ejecutar las operación del 11-M [...] (y el) comandante de operaciones militares para todas las operaciones en países extranjeros de todo el mundo"

"Soy un militar. Sabéis perfectamente cuál es el lenguaje de cualquier guerra. [...] En una guerra siempre hay víctimas. No me alegra que 3.000 personas murieran en Estados Unidos. [...] ¿Pero qué puedo hacer? Éste es el lenguaje de la guerra".

El problema de estas declaraciones es que están invalidadas desde su raíz. Jalid Sheij Mohamed lleva 3 años encerrado en Guantánamo, una prisión en la que las condiciones son infrahumanas. La tortura es lo único que conocen. Todos guardamos en nuestra memoria las imágenes de presos vestidos de naranja -sus bocas, ojos y oídos tapados-, que caminan esposados unidos a otros y no pueden levantar la cabeza. Guantánamo es el infierno. Los presos - terroristas algunos, civiles otros- resisten día tras día a la espera de un juicio, de que un militar les diga qué delito han cometido.

 

En esta situación, cualquier lector declararía haber cortado él mismo la cabeza de Daniel Pearl. El único deseo de estos presos es escapar al dolor.

Es posible que Jalid Sheij Mohamed diga la verdad. Pero, por el momento, es preciso otorgarle el beneficio de la duda. Cuando salga de Guantánamo y tenga un juicio con garantías, será posible creeré.

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