La locura se dramatiza
"El español se defiende a base de humor de las cosas que le dan miedo, que le hacen sufrir, se defiende de la muerte". Pedro Almodóvar.
¿Qué he hecho yo para merecer esto? es la primera incursión de Pedro Almodóvar en un cine menos alocado que sus anteriores trabajos. La película tiene menos colorido, la movida madrileña agoniza, su fauna ya no queda bien en pantalla. El neorrealismo italiano, mezclado con la chispa Almodóvar, es la fuente de inspiración.
El primer éxito internacional de Pedro Almodóvar narra la historia de Gloria (Carmen Maura), un ama de casa malcasada con un tipo despótico obsesionado por la comida, (Ángel de Andrés), profesional del volante muy pendiente de la música teutona que le retrotrae a los recuerdos de emigrante en los tiempos de las dos Alemanias. La suegra (Chus Lampreave), es una petarda santurrona y rácana a la que parece comprender mejor el nieto emporrado y chungo. Sí, porque el par de churumbeles tampoco tienen desperdicio: el uno, un efebo que hubiese traído por la calle de la amargura al Ascilto y Encolpio de El Satiricón; el otro, un autodidacta de las toxicomanías dispuesto a probar cualquier cosa que le permita evadirse un rato de tan encantadora familia.
Por si esto fuese poco, aparece de vez en cuando en su puerta una vecinita cañón y cortesana (Verónica Forqué), única ligazón de esta pobre mujer con el mundo exterior. Su anodino tren de vida choca radicalmente con el de la meretriz extrovertida, aunque ambas tienen más puntos en común de lo que parece: las dos reciben dinero por un trabajo más o menos sórdido, aunque a la verdadera prostituta se le ve más contenta y con mayor vocación que a la ama de casa. Una de las dos, por lo menos, ha decidido conscientemente qué hacer con su vida.
Las pinceladas costumbristas se suceden, las vejaciones morales y la tortura psicológica a la que es sometida esta mujer va en aumento: en un arrebato perfectamente legítimo, descalabra al sorprendido marido de un vengativo jamonazo en la testa, apunte castizo tan del agrado del manchego.
La posterior investigación policial tratará de poner en claro lo sucedido en esa estancia donde le ha ocurrido a nuestra protagonista todo lo bueno y todo lo malo: la cocina, se entiende. El chapucero crimen, la coartada de opereta, la pueril ocultación de pruebas... en cualquier film noir el pastel se hubiese descubierto al instante.
La soledad será, quizás, el único castigo que encuentre su acción. Asistirá paulatinamente a la disgregación de ese conglomerado de consanguinidades que sólo ella sostiene en imposible equilibrio merced a un sacrificio callado, martirio asumido sin peros ni porqués.
El milagro final (oportuno retorno del hijo pródigo que evita su salto al vacío) no es más que una prórroga, un añadido para una mujer desamparada incapaz de vivir con y sin su familia. Un homenaje encendido e incendiario a tantas y tantas marujas, epíteto despectivo con el que olvidamos a madres y mujeres anónimas que dejaron de ser para que otros fuesen.
Las críticas en periódicos internacionales no dejan lugar a dudas. Almodóvar se abría camino en el extranjero:
"Esto es como Buñuel haciendo una película de John Waters, pero condimentada por Woody Allen. Pedro Almodóvar se hace un sitio entre los más grandes cineasta cómicos del mundo." L.A. Weekly.
"Es, sencillamente, una pequeña obra maestra". The New York Times.
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