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Viaje a Itaca

Rojo pasión

Tacones lejanos es un film clave para entender la trayectoria de Almodóvar, pues constituye un inesperado punto de inflexión en una filmografía, hasta entonces definida por unas constantes muy diferente. Su trayectoria anterior había estado marcada por una sociología cañí e inevitablemente caricaturesca (¿Qué he hecho yo para merecer esto?) o la exhibición de sus fantasmas personales (La ley del deseo), todo ello sustentado en el cine de género más tradicional (el cine negro en Matador, o la screwball comedy en Mujeres al borde de un ataque de nervios). Ahora se adentra en el campo cinematográfico en que más a gusto se encuentra Almodóvar: el melodrama.

Este film es, ante todo, una reescritura de buena parte de los melodramas de Douglas Sirk. Almodóvar disecciona las cualidades cinematográficas del cineasta y extrae los elementos que más se adecuan a su propia visión, reconvirtiendo el cine de Sirk a una articulación netamente contemporánea.

Tacones lejanos presenta una turbadora relación entre madre e hija que establece conexiones con la planteada por Sirk en Imitación a la vida. El triángulo compuesto por Rebeca, Becky y Manuel potencia un sinfín de problemas psicológicos en el personaje de Victoria Abril (un extraño sentimiento de amor-odio hacia la figura materna, carácter inconstante con un profundo sentimiento de culpa), que lo convierte en uno de los personajes femeninos más sólidos y apasionantes de todos los compuestos por el manchego. 

   

La película habla de Rebeca (Victoria Abril), locutora de telediarios en una cadena que dirige su marido Manuel (Féodor Atkine). Manuel fue el gran amor de su madre, Becky del Páramo (Marisa Paredes), antes de que ésta la abandonara para dedicarse a su carrera como cantante, y no sabe que Rebeca es hija de Becky. Quince años después la madre vuelve a Madrid para actuar y arreglar algunas cuentas pendientes, especialmente la relación con su hija. La noche de su llegada, Becky cena con Rebeca y Manuel. Juntos van a ver a un imitador de Becky, el transformista Femme Letal (Miguel Bosé). Como las relaciones entre Rebeca y Manuel no marchan bien, él intenta reavivar su viejo amor con Becky, quien no acepta su ofrecimiento. Una noche, Manuel aparece asesinado en su chalet. El Juez Domínguez, de noche Femme Letal, se encargará del caso.

 

Las críticas fueron, de nuevo, muy positivas:

"Almodóvar, como a los clásicos, hay que leerlos despacio. Detrás de su aspecto prosaico, de su escritura aparentemente fácil, de su viva la vida, se esconde un espíritu delicadamente sensible a la medida, ritmo y rima de las cosas de cada día." ABC, 1991

"Los fans de Pedro Almodóvar pueden alegrarse: su novena película, Tacones Lejanos, es la mejor hasta la fecha. Incluso le conseguirá nuevos adeptos entre el gran público, gente que haya estado alejada de la sensibilidad fantasiosa, y, a veces, cargante de Almodóvar.
(...) Almodóvar esta claramente divirtiéndose con un genero clásico de Hollywood, despedazándolo y luego, curiosamente, reconstruyéndolo con todas las emociones intactas." The Film Journal, 1992.

"Para quien la ame y quien la deteste, Hay en "Tacones Lejanos" un guión extraordinario. (...) La relación tan particular que mantiene Pedro Almodóvar con la canción, que es también una de sus características, se revela igualmente un elemento fuerte en "Tacones Lejanos". Liberation, 1992

"La Apoteosis del Rojo. Se sabía que esto llegaría. Que dejando perezas y sus delirios subversivos, Pedro Almodóvar nos daría un día un film que contuviese todos los demás y fuera el primero. (...) Pedro Almodóvar, el payaso culto, no ríe más. Un verdadero rito de paso para su obra venidera." Le Monde 1992.

 

Lo mejor, (o no) es atender a las palabras del director.

"La idea de Tacones lejanos nace del guión de un cortometraje que escribí mientras preparaba Átame. Me desespera tanto la preparación de un rodaje que casi siempre, para evadirme, improviso sobre el papel historias caprichosas que después acaban convirtiéndose en el guión de alguna película. Es un modo de serle infiel a la historia que tengo entre manos, pero sobre todo me distrae de las inclemencias del período de preproducción. En el corto sólo narraba la parte que se refiere al telediario.

Lo que hace Rebeca en el telediario yo lo había soñado muchas veces, una locutora que después de dar la noticia de una muerte se confiese autora y explique con toda naturalidad los detalles.

Cuando terminé "Átame" pensaba rodar el corto, pero me intrigaba tanto su personaje central que necesitaba conocer su trayectoria. Era un personaje demasiado grande para un relato tan corto, demasiado sugerente. Así que empecé a desarrollar su historia por ambos extremos, dejando la confesión justamente en el medio. Y no fue fácil, porque yo no quería que Rebeca fuera un monstruo o una psicópata. Por una simple cuestión de duración, la breve narración de un corto te permite exponer unos hechos sin implicarte ni explicarlos, pero un largometraje exige que el autor explique esos hechos y se sitúe con respecto a la historia.

El personaje de la madre me resultaba más asequible. No es una madre ejemplar, ni abnegada, pero su heroico gesto del final la redime de todas sus imperfecciones y conquista fácilmente el corazón del espectador-interlocutor.

El tercer personaje, Femme Letal y el Juez Domínguez, tampoco es un modelo de conducta. Con la edad voy descubriendo que me siento más cerca de los personajes complejos e imperfectos. Siempre que sea capaz de explicar en qué consisten sus imperfecciones, lo cual equivale a explicarles como seres humanos. Mi reto como guionista y director consiste en hacer diáfana su complejidad, que uno pueda leer en sus ojos y en sus palabras las razones que inspiran sus actos.

He rehusado juzgar a los personajes, permitiendo que sean ellos mismos los que se juzguen, se castiguen o se perdonen. La justicia, si es que existe, no se ejerce en los tribunales, sino en el fondo de la conciencia de los individuos y se expresa con un lenguaje propio, el lenguaje del dolor y de la pasión.

Rebeca y su madre actúan de espaldas a la ley de los hombres y de la de Dios (un dios católico como lo entendemos en España). Yo confío más en la fragilidad del individuo y su imperfecta naturaleza que en la solidez de las instituciones. Esa es una de mis intenciones al contar esta historia, sin temor a parecer amoral."

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