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Viaje a Itaca

Éxtasis

Hable con ella es la mejor película de Pedro Almodóvar. Con ella entró en los corazones de muchos espectadores no muy almodovarianos y ganó el Oscar al mejor guión original.

El resumen y comentarios, en palabras de Pedro:

El telón de rosas color salmón y grandes flecos dorados que cubre el escenario, se abre para ver un espectáculo de Pina Bausch, Cafe Müller. Entre los espectadores, dos hombres están sentados juntos por casualidad, no se conocen. Son Benigno (Javier Cámara), un joven enfermero, y Marco (Darío Grandinetti), un escritor de cuarenta y pocos años. La pieza provoca tal emoción que Marco rompe a llorar. Benigno puede ver el brillo de las lágrimas de su casual compañero, en la oscuridad del patio de butacas. Le gustaría decirle que a él también le emociona el espectáculo, pero no se atreve.

Meses más tarde, los dos hombres vuelven a encontrarse en la Clínica "El Bosque", una clínica privada donde Benigno trabaja. Lydia (Rosario Flores), la novia de Marco, torera de profesión, ha sufrido una cogida y está en coma. Benigno justamente se ocupa del cuidado de otra mujer en coma, Alicia (Leonor Watling), una joven estudiante de ballet.

Cuando Marco pasa junto a la puerta de la habitación de Alicia, Benigno no duda en abordarlo... Es el inicio de una intensa amistad... tan lineal como una montaña rusa. Durante el tiempo suspendido entre las paredes de la clínica, la vida de los cuatro personajes fluye en todas las direcciones, pasado, presente y futuro, arrastrando a los cuatro a un destino insospechado.

 

Hable con ella es una historia sobre la amistad de dos hombres, sobre la soledad, y la larga convalecencia de las heridas provocadas por la pasión. Es también una película sobre la incomunicación de las parejas, y sobre la comunicación. Sobre el cine como tema de conversación. Sobre cómo los monólogos ante una persona silente pueden ser una forma eficaz de diálogo. Del silencio como "elocuencia del cuerpo", del cine como vehículo ideal en las relaciones de las personas, de cómo el cine contado en palabras detiene el tiempo y se instala en las vidas de quien lo cuenta y del que lo escucha.

Hable con ella es una película sobre la alegría de narrar y sobre la palabra como arma para huir de la soledad, la enfermedad, la muerte y la locura. También es una película sobre la locura, ese tipo de locura tan cercana a la ternura y al sentido común que no se diferencia de la normalidad.

Benigno

La vida de Benigno transcurre alrededor de una cama, dentro de la cama siempre hubo una mujer. Primero fue su madre, después Alicia. Su madre se instaló en la cama (y no volvió a salir de ella) cuando todavía no estaba enferma, fue su modo de celebrar que había cumplido 40 años, su marido acababa de abandonarla y el espejo de la mañana empezó a insinuar que su belleza, hasta ese momento eterna, mostraba los primeros síntomas de su naturaleza efímera.

Benigno estaba pendiente de ella día y noche, y para aprender a cuidarla mejor, estudió para enfermero. Sólo estaba fuera de casa cuando salía a dar clase.

Antes de morir le preguntó a su hijo, (Benigno era ya un hombrecito de veinticinco años que no había conocido hembra ni varón): ¿Qué vas a hacer cuando me muera, Benigno? Suicidarme, supongo, le contestó él, con naturalidad. Si su madre no estaba, su vida carecía de objeto.

Marco

Marco es el "hombre que llora", un argentino sentimental y misterioso, enfermo de nostalgia, viajero y periodista vagabundo, escritor de guías turísticas.

En la década de los 90 conoce a Angela, todavía una menor, por la que siente una pasión instantánea. Al poco tiempo descubre que la joven tiene problemas con el caballo. Poco después se instalan en un infierno de agresiones y mentiras.

La vida en Madrid es insoportable y empiezan a viajar para separar a Angela de las drogas y de Madrid. Su relación sólo funciona en la huida. Después de cinco años y siete guías turísticas, Marco deposita a Angela en casa de sus padres, en su pueblo natal. Con el tiempo los padres consiguen separarla de Marco y de las drogas.

Cuando conoce a Lydia ella acaba de romper con un amor que aún palpita con fuerza en su corazón. Ninguno de los dos conoce el secreto del otro, sin embargo el misterio les acerca, como a seres de la misma especie. Marco recupera el placer de viajar. Acompaña a Lydia en coche a todos los lugares donde torea.

Lydia

El padre de Lydia fue banderillero, pero soñaba con ser torero; educó a su hija como si fuera un hombre para que lograra lo que él no pudo lograr. La niña heredó sus mismas ansias. Pero el mundo del toro es muy machista. Después de morir su padre, su único y gran apoyo, Lydia tuvo que enfrentarse sola a prejuicios y desprecios entre los toreros profesionales.

Muchos se negaron a torear con ella, por el mero hecho de ser mujer, fue entonces cuando el matador llamado "Niño de Valencia" se ofreció no sólo a compartir cartel con ella sino a acompañarla después donde hiciera falta. Se enamoraron. Esta circunstancia más "rosa" que taurina mantuvo a Lydia en el candelero y pudo torear con regularidad.

La pareja aparecía semanalmente en todas las revistas del corazón. El Niño estaba encantado, pero a ella se le revolvían las tripas. No le gustaba conseguir la fama por ese camino, y tampoco era el tipo de vida que deseaba vivir con el hombre al que amaba. Acabaron rompiendo, Lydia aún le quería, pero en ese momento su despecho era mayor, o al menos así lo creía.

En un arranque suicida y ante la falta de oportunidades para torear, Lydia decidió encerrarse con seis toros, ella sola... Pero esa tarde, rebozada en tierra y sangre (sangre del toro) Lydia triunfó. Entre los espectadores estaba Marco...

Alicia

Sé poco de Alicia. Sólo lo que se ve en la película. A veces el guionista conoce el pasado de los personajes y su futuro, más allá del final de la película. En este caso tengo la misma información que el espectador. La auténtica película de Alicia empieza al final, en el teatro, cuando encuentra a Marco emocionado por los suspiros de "Masurca Fogo".
Tal vez en otro momento, cuente la historia de ellos dos, Marco y Alicia, pero antes tendría que escribirla.

 

Situada cronológicamente tras su apoteosis internacional y planetario, Hable con ella era esperada con proverbial maledicencia -en España esto se nos da pero que muy bien- como la película que haría caer el mito, el punto y aparte tras su éxtasis.

Pero ocurrió que el coloso no se vino abajo. Antes al contrario: Hable con ella fue el aldabonazo definitivo, mucho más allá de premios, distinciones y tacañerías varias. Después de tocar el techo, Pedro Almodóvar rodó su mejor película hasta la fecha.

 

 

Javier Cámara es un enfermero prisionero de su dedicación, mártir vocacional, alma sensible y algo reprimida, voyeur de vidas ajenas que renunció tiempo atrás a vivir la propia. Misionero sin nadie a quién alfabetizar, vaga cargado de ambigüedad por las dependencias de un hospital impoluto, aséptico lugar donde aparcar a los no vivos hasta que dejen de alterar el electroencefalograma.

El bonachón e introvertido Benigno cometerá uno de los delitos más detestables que imaginarse pueda (violar a una mujer inerme), transformando con todo este acto atroz en un sublime sacrificio de amor; entrega compleja, recriminable, alocada, tan ingenua como punible. ¿Cómo se las apaña Almodóvar para que la partida de Gollums que pueblan sus films nos acaben resultando entrañables, dignos de conmiseración? Nadie lo sabe. Para este caso en concreto, resumía su quehacer con lacónicas palabras: «mezclo algunos hechos sacados de crónicas periodísticas con el recuerdo personal de un gran amor».

¿Qué puede ver una torera en el periodista argentino incorporado por Darío Grandinetti? Algo nos dice que esa relación no prosperaría de ninguna de las maneras, como la de Benigno con Alicia. (En el mundo de ahí fuera, quiero decir, a mil millas de la ficción cinematográfica). Amores imposibles donde, para variar, son los hombres los que aguardan en vano.

En los últimos films de nuestro director más clásico se multiplican los personajes y sus formas surrealistas de interrelación; sin llegar nunca a ser corales, el baile de media docena de personajes disputándose amores y recuerdos termina, tras carambolas a tres bandas, en empates o tablas, sin ningún claro vencedor.

Y como le ocurre a Benigno, el trayecto resulta estéril. Aquello que se ama queda inmediatamente destruido una vez que se posee. Bien porque esta acción no sea comprendida por una sociedad ajena a los matices o porque la efímera belleza quede aplastada, marchitada, deshojada tras el apretujón de la pasión. «Las leyes condenan al que ama». El enfermero ya tiene sus dos alas y abandona este mundo de una honrosa sobredosis, purificador chute con el que esperaba reunirse con Alicia, compartir catatonia, inconsciencia... paz.

Almodóvar es -como Tim Burton- un protector de especies en vías de extinción, un naturalista aficionada a coleccionar las flores del mal.

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