La última conciencia de Europa
La portada elegida por Anagrama para Los emigrados presenta a un hombre de pie en el centro de una vía férrea que se alarga hasta perderse en un horizonte claroscuro. Es la portada perfecta: resume con exactitud el significado, que no mensaje, del libro. Un ser humano que se ve obligado a emprender en solitario un largo camino que le conduce a un futuro incierto.
W. G. Sebald estructura el libro (nunca clasificó sus obras como novelas) en cuatro capítulos, de extensión muy desigual, en los que ficcionaliza la vida de otras cuatro personas con las que tuvo relación, puntual a veces, a lo largo de su vida. Así, el lector conocerá a su antiguo casero, a un profesor de la infancia, a su tío abuelo y a un pintor con el que mantuvo una intermitente amistad: personas todas ellas que tuvieron que abandonar su Alemania natal y emigrar a Inglaterra o Estados Unidos; historias que, por el método de la individualización ("describe tu aldea y habrás descrito el mundo") bien pueden resumir o simbolizar lo sucedido a millones de europeos durante la primera mitad del siglo XX (y lo que hoy sucede a millones de no europeos).
Pero al hablar de estas personas el escritor habla también de sí mismo. Sebald utiliza la primera persona de tal forma que el lector no sabe si lo que lee es real o no. Si se interesa por la biografía del escritor, verá que ésta coincide con los datos mencionados en la obra: las restantes biografías pueden ser verdaderas, falsas o híbridos (lo más probable).
Al romper, o hacer casi invisible, el hilo que separa la ficción de la biografía, Sebald enriquece el texto y logra atrapar la atención y el sentimiento de los lectores como no lo hubiera hecho de haber presentado los capítulos como simples biografías de personajes de ficción (al estilo de La sinagoga de los iconoclastas o La literatura nazi en América), por mucho que lo relatado sea conocido o compartido por muchos otros europeos.
En Los emigrados la mitad de las cuatro historias están narradas por sus protagonistas, mientras que en la otras dos son personas que conocieron al emigrado en cuestión (personas que tienen su propia historia) quienes intentan reconstruir el pasado para un joven W. G. Sebald, él mismo un cierto tipo de emigrado, (aunque por motivos menos acuciantes).
Una característica de la obra de alemán es el uso de fotografías: bellas imágenes en blanco y negro sin pie de foto (a veces originales, a veces manipuladas; cuál es cuál es un secreto del autor), que no sólo ilustran o complementan lo escrito, sino que son parte integrante del texto, en pie de importancia con lo narrado.
Si bien en un principio la lectura de Sebald puede resultar árida (en especial para quien está acostumbrado a la página hueca y sencilla de digerir), avanzada la obra el lector percibe la belleza de su prosa. Los escritores que manejan dos lenguas suelen escribir de un modo especial: Nabokov y Conrad en inglés, Canetti en alemán, Beckett y Kundera en francés. Todos ellos tratan al idioma con mayor mimo que quienes escriben en su lengua natal. También aquellos que conociendo otra lengua escriben en la suya utilizan en ocasiones giros, expresiones y estructuras no muy comunes (puede ser el caso de Javier Marías o Borges).
Sebald escribe en alemán, pero durante la mayor parte de su vida residió y trabajó en Inglaterra, y su prosa importa rasgos tanto del inglés como del alemán antiguo. Así, crea un estilo preciso, minucioso, y al mismo tiempo poético, como demuestra esta cita en la que habla de un amigo a poco de morir: "respondía a mis palabras de forma muy pausada, intentando articular algo que sonaba al susurro de hojas secas al viento".
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