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Viaje a Itaca

Bernhard, el malogrado

Escasean hoy día los autores realmente originales, únicos. Si bien estos adjetivos aparecen con frecuencia en las tapas de muchos libros, su función es ocultar su falta de solidez o llenar el vacío que produce su lectura. En el caso del, muy a su pesar, austriaco Thomas Bernhard, (1931-1989), le sientan a la medida.

Benhard, tanto en su vida como en su obra, nadó a contracorriente. Mejor, nadó en solitario. No imita a nadie, y quienes intentan emular su estilo, jamás lo logran, aunque puedan escribir buenas novelas. Sus temas preferidos, temas que se repiten novela tras novela, son el suicidio, la soledad, la creación en todas sus formas y, gravitando a lo largo de su obra, un profundo odio a su país natal, (odio que le llevó a exiliarse de forma voluntaria en España).

 

Así sucede también en El malogrado, novela redactada en 1983 y reeditada por Alfaguara este año. El argumento, -que, como en las mejores novelas, es lo menos importante- es el siguiente: un narrador anónimo residente en Madrid recuerda en una posada de Austria a su amigo Wertheimer, el malogrado, antiguo compañero de estudios en una prestigiosa escuela musical, quien se colgó de un árbol semanas atrás.

Glenn Gould -importante pianista en la vida real que abandonó los escenarios para dedicarse al piano en absoluta soledad- es el tercer personaje de la novela, el que, de algún modo, desencadenará el suicidio de Wertheimer; según el narrador, única fuente de información en toda la obra, éste abandonó el piano tras escuchar una interpretación del "genio", como denomina a Gould, y, tras su fallecimiento, tomará la decisión de abandonar también él el mundo.

La novela no se sustenta en ninguna estructura elaborada de antemano. Da la impresión, y muy bien pudiera ser así, de que Thomas Bernhard comenzó a escribir partiendo de una idea germinal y, en un momento dado, se cansó y acabó la novela unas pocas páginas después. Este "sistema" que en otra obra u otro estilo hubiera sido fatal, es aquí muy apropiado, pues las 168 páginas se componen en su totalidad de los pensamientos y recuerdos el narrador, inconexos, repetitivos e improvisados por definición.

La fecha de redacción de la novela no se trivial, Bernhard se acerca al final de su trayectoria literaria y la diferencia con anteriores novelas es clara: la obra consta de un menor número de páginas, el estilo se simplifica, las frases son más cortas. El lector no se ve obligado a luchar para entender una idea, ni a mantener la respiración a lo largo de varias páginas hasta encontrar el final de la frase.

Si hay algo que puede dificultar la lectura de la novela -pero, por otra parte, son sus rasgos esenciales- es la ausencia de puntos y aparte (sólo hay cuatro párrafos en toda la obra) y la repetición de ideas y expresiones (por ejemplo, "dijo él, pensé"). Pero el lector se acostumbra pronto a estos estribillos y, como quien duerme con un reloj en la mesilla y tarda en conciliar el sueño la noche en que se para su tictac, los echa en falta cuando el austriaco interrumpe su letanía.

4 comentarios

Tomás -

Bernhard es holandés, no austriaco.

Ehrbar -

Muy buen escrito!
Me acabo de leer el libro y buscando información acera de Bernhard he descubierto esta página.
Tanto su vida como el libro no te dejan indiferente.

Tiresias -

Me juego lo que sea a que te sientes identificado con él... ¿me equivoco?

m ; ) -

Qué bueno !